Victor Wembanyama es, para el basquetbol, lo que es la Inteligencia Artificial para nuestra vida diaria. Su ubicuidad nos provoca escalofríos. Sus alcances nos invitan a temblar. El futuro apocalíptico, la suma del poder público de algo o alguien que pueda controlarlo todo nos abruma.
Preferimos, entonces, evitar pensar. No, esto no está pasando. De ninguna manera. Buscamos reencontrarnos con la naturaleza, practicar deporte. Y en casa, recordar los tiempos de la televisión de tubo, leer algún libro de cabecera, volvernos analógicos por un rato.
Fingir, para preservarnos, que nada de lo que ocurre pasó. Que lo próximo a suceder puede terminarlo todo. Eso es Chat GPT y sus aliados. Eso es Victor Wembanyama, sus brazos y piernas de plastilina, su tiro de arquero adiestrado, su cinetismo absurdo para su tamaño.
Wemby va a cambiarlo todo. De hecho, ya lo está haciendo. Como ocurre con la IA, aprende. Y aprende rápido. Se equivoca, por supuesto, porque es joven, pero corrige los desvíos. Profundiza los conceptos. Experimenta desde la praxis, y si funciona insiste. Si fracasa, modifica sobre la marcha.
Wembanyama se vio a sí mismo en Río 2016. Tenía solo 12 años cuando le dijo a sus padres que iba a estar ahí. Simpático para un niño, pero esta profecía no fue una más. Este muchacho iba en serio. Cinco años después no llegó a la selección bleu para Tokio 2020, que se celebró en 2021, pero hoy, en su primera experiencia con Francia, es dominante.
18 puntos, ocho rebotes, 4.4 asistencias y 1.2 tapas con 56.9 por ciento en TC, 40 por ciento en triples y 90 por ciento desde la línea. Eso en los cinco partidos de preparación. Y en el debut contra Brasil, anotó 19 unidades, tomó nueve rebotes, puso tres tapas, robó cuatro pelotas y entregó dos asistencias. Como verán, mejora. Y en muy poco tiempo.
La versatilidad de Wembanyama, el surtido de opciones que le brinda al juego en ambos costados de la cancha, invierte la ecuación tradicional de exigencia sobre el atleta. Antes, al base se le pedía traslado, tiempos y capacidad asistidora. Al tirador, el lanzamiento. Al interno, el juego de espaldas y el poder rebotero.
Ahora, con un jugador como Wembanyama, que puede hacer absolutamente todo, que se le puede pedir lo que uno desee, el valor está en el input. En el comando, en la directiva para que él ejecute. Tiene que ser precisa, adecuada, certera.
El prompt será el diferencial de éxito. Buscarlo primero y encontrarlo después provocará la revolución. Tal y como ocurre con la Inteligencia Artificial. Quizás ésta sea la razón por la que los Spurs buscaron el mejor usuario posible para conducirlo dentro de la cancha: Chris Paul.
Las pruebas empíricas nos señalan el camino. No se puede detener el progreso. El mundo, tal como nos pertenecía un par de décadas atrás, ya no existe. Lo que llega ahora es vanguardia pura. Y con ella llega, también, la incertidumbre.
Wembanyama destruirá para siempre el basquetbol que alguna vez conocimos. Su biotipo traerá aparejado otros como él. Lo que fue natural alguna vez, llegará desde el laboratorio. Cuando una fuerza descomunal aparece en el mundo, se necesita crear otra antagónica para enfrentarlo.
¿Será bueno? ¿Será malo? No lo sabemos. Como ocurre con la Inteligencia Artificial, hay pensamientos dispares: los positivos dicen que la productividad alcanzará terrenos insospechados. Los negativos, que la modificación será tan grande que abundará el desempleo.
En términos deportivos, el desempleo aquí, estará focalizado en el jugador. Si el día de mañana todos miden más de 2.10 metros y pueden hacerlo todo. ¿Cómo jugar con 1.80 o 1.90 metros? Parecería imposible.
Victor Wembanyama es la punta del iceberg de un basquetbol que alguna vez se vio como utopía. No se trata aquí de ganar o perder los Juegos Olímpicos. Tampoco de ganar o perder un campeonato NBA. No es presente inmediato: es un porvenir que luce como amenaza pero también como oportunidad.
Nada de lo que alguna vez conocimos quedará en pie. El mapa no está próximo a reconfigurarse: está sucediendo. Nuevos objetivos, nuevas realidades, nueva competencia. No es exagerado ni fuera de término.
Es solo cuestión de tiempo.