Con el pasar de los años, he leído libros y revistas, artículos de opinión, noticias y reportajes; he visto entrevistas radiales y televisadas y hurgado en internet interesado en información relacionada sobre las teorías de la conspiración.
Se han realizado documentales y películas de largo metraje dirigidas por destacados directores cinematográficos, conocedores de la importancia que ha dado la sociedad moderna a este modelo de desinformación que se ha hecho global.
El modus operandi de las teorías de conspiración es tergiversar realidades para desinformar a un grupo específico en una comarca, país o la humanidad.
Las teorías conspirativas se difunden constantemente sobre diversos aspectos que inciden en la política, la economía, la religión, humanitarios e históricos.
El mejor vehículo para difundir a la velocidad de la luz una información real o falsa, o un acontecimiento noticioso de envergadura, es a través de la internet.
Aprovechando la expansión mundial de la internet, surgieron los técnicos en computación y los programadores informáticos, quienes a su vez crearon plataformas comunicacionales como Facebook, WhatsApp, Twitter (ahora X) e Instagram, entre otros.
A través de ellas se ha logrado que la humanidad interactúe a distancia enviando textos e imágenes en directo, y conocer el mundo desde sus cómodos asientos hogareños.
Estas plataformas fueron aplaudidas por directores de medios y profesionales de la comunicación que vieron la importancia de hacer llegar sus noticias y reportajes a una mayor diversidad de lectores o televidentes en todo el mundo.
Las plataformas sociales se han destacado por brindar espacio para promover inquietudes personales o familiares en una amplia gama de hechos sucedidos en sus entornos, narrando o explicando los acontecimientos, sin importar el nivel educativo o lingüístico adquirido.
Como norma, los medios tradicionales siempre han exigido a su personal poseer cierto nivel educativo, y mucho mejor si es egresado de colegios especializados o universidades.
Los que no tenían espacio para escribir o hablar en un medio tradicional por sus limitaciones educativas, encontraron en las redes sociales la oportunidad de expresarse libremente.
Sin proponérselo, lograron, con su estilo propio, mala ortografía o pobre dicción conquistar audiencia en esos medios sociales, adquiriendo popularidad y trascendencia por encima de aquellos situados en una sociedad económicamente superior y auténticos profesionales de la comunicación.
No valen críticas ni señalamientos de letrados y lingüistas. Lograron ocupar posiciones que jamás pensaron obtener, llegando a convertirse en “influencers”, personas con gran capacidad de incidir en los demás, sin tener una especialidad académica para ello.
Los “conspiranoicos” no son Yutuberos ni influencers, pues estos últimos persiguen que miles de internautas le den “me gusta” (like) a sus publicaciones, o intercambiar comentarios electrónicamente.
Los “conspiaranoicos” trabajan en la clandestinidad tergiversando realidades. Un grupo de expertos creando y distribuyendo teorías sin fundamentos, o sin evidencia probable.
Una de las teorías de la conspiración de mayor impacto fue que el virus del Covid-19 fue creado en un laboratorio de la República Popular China, para reducir el 15% de la población mundial.
Otra divulgada con mucho impacto fue la trágica muerte de la princesa Diana en un accidente automovilístico en 1997.
Los “conspiranoicos” tildaron el hecho de una supuesta trama conspirativa de la familia real para acabar con la vida de la famosa princesa, por su relación íntima con el productor de cine de origen egipcio Dodi al Fayed.
Ese grupo es extremadamente desconfiado, y todos los acontecimientos trascendentales que ocurren a nivel global ya sea por accidente, por circunstancias inexplicables o por la naturaleza son producto de una conspiración planificada.
La teoría conspirativa y la conspiración per se son dos cosas diferentes.
Siempre se ha dicho que el asesinato del presidente John F. Kennedy en Dallas, Texas, en 1963, fue una conspiración y no un hecho aislado de una o varias personas interesadas en asesinarlo.
Sobre la llegada del hombre a la Luna por parte de Estados Unidos se da como un hecho real. Pero los “conspiranoicos” lo niegan, alegando que todo el video mostrado con los astronautas sobre la Luna se realizó en un lugar experimental en la Tierra.
Siempre se ha dicho que la tierra es redonda. Y vista desde el espacio se prueba que así es, sin embargo, los conspiranoicos afirman que la tierra es plana.
Mientras los influencers se dan a conocer, los “conspiranoicos” trabajan en la clandestinidad y anonimato. Su especialidad es la creación y divulgación de noticias falsas o “Fake News”, para perjudicar la imagen y reputación de personas u organizaciones.
Tergiversan hechos y acontecimientos de envergadura que impacten a la sociedad para sacar provecho personal o para las organizaciones clandestinas a la que pertenecen.
Los piratas cibernéticos o “Hackers”, son otro grupo que trabajan de manera clandestina en la piratería y manipulación de sistemas informáticos para robar informaciones a empresas e instituciones, así como datos sensibles y confidenciales de usuarios de internet.
Mediante correos electrónicos engañosos, logran violar la seguridad desactivando a distancia programas de antivirus de cualquier sistema computarizado.
Lo hacen utilizando ingeniería cibernética “Phishing”, “Spyware”, y “Malware” que luego venden a delincuentes cibernéticos quienes falsifican credenciales, roban contraseñas, números de tarjetas de crédito y cuentas bancarias.
El mundo cambia, avanza y se moderniza. La tecnología electrónica por igual para facilitar la forma de vida de la humanidad en todos los aspectos, pero siempre existirán malvados que la utilizarán con propósitos mal sanos.