El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se ha dado el lujo de aprobar el envío de miles de millones de dólares en material bélico y monetario al gobierno de Volodymyr Zelensky, en Ucrania, en busca de lograr que esa nación no sea derrotada ante los avances de las tropas rusas.
Si el gobierno de Ucrania es derrotado política y militarmente por las fuerzas militares del Kremlin, la derrota electoral de Biden es casi segura para noviembre.
El pueblo estadounidense jamás perdonaría a la actual administración que invirtiera recursos multimillonarios en medio de una crisis económica interna para favorecer a una nación muy lejos del continente, y luego salir avergonzado con el rabo entre las piernas si el Kremlin se alza con la victoria sobre Kiev.
En represalia, los republicanos podrían salir gananciosos, aunque hay que esperar quien será el candidato presidencial elegido en la Convención Nacional en julio de 2024.
El Departamento de Defensa de EE. UU. publicó a principio de mayo una lista de armas y municiones entregada a Ucrania, valorados en unos $37,000 millones de dólares.
Entre enero 2022 y enero 2023, la cifra se acercó a los $77,500 millones. Otra partida en abril de 325 millones en equipamiento militar, y en mayo, otro paquete de ayuda ascendente a $1,200 millones de dólares, según reveló el Pentágono.
Desde marzo de este año, la deuda nacional de los EE.UU. asciende a alrededor de $31,4 billones de dólares.
Las decisiones de un presidente de cómo gasta el dinero en financiamiento de guerras y ayudas humanitarias afectan severamente la deuda nacional.
Nueva York en crisis
La ciudad de Nueva York se encuentra en la actualidad en una crisis humanitaria sin precedentes, debido a que miles de los que han ingresado ilegalmente al país han emigrado a la región Este en busca de asilo.
Hasta el momento, las autoridades del estado de Nueva York, en representación de la gobernadora Kathy Hochul y el alcalde de la ciudad, Eric Adams, ya tienen operando más de 120 refugios y ocho Centros de Respuesta y Ayuda Humanitaria (HERRCS).
De acuerdo con el Departamento de Servicios para Personas sin Hogar (DHS por sus siglas en ingles), la cifra de solicitantes de asilo sobrepasa las 36,500 personas en Nueva York.
Esta cifra sigue en aumento, ya que los inmigrantes indocumentados continúan burlando las medidas de control y vigilancia de las patrullas fronterizas al sur de los estados de Texas y California, lugares desde donde emigran hacia el Este rumbo a la Gran Manzana.
Tanto la gobernadora Hochul como el alcalde Adams han desplegado una campaña de concientización a nivel estatal en busca de que propietarios de hoteles, gimnasios, residencias, dueños y administradores de edificios de apartamentos, dormitorios y/o terrenos hábiles para levantamientos de carpas de refugios, faciliten espacios para alojar a los inmigrantes indocumentados bajo cuidado de las autoridades y organismos neoyorkinos.
Todos los inmigrantes indocumentados individuales o en grupo de familias, requieren suministro de alimentos, refugio, atención médica, asesoría legal y educación, todo financiado por el gobierno federal.
Pero también los ciudadanos y residentes legales reclaman de las autoridades mayores incentivos fiscales con los cuales enfrentar los altos costos de los productos de primera necesidad, renta de casas y apartamentos, transporte, por la cantidad de impuestos que generosamente pagan al “Tio Sam” cada año fiscal.
Si por solidaridad humana con los inmigrantes indocumentados se pudieran decidir las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, el presidente Biden ganaría la reelección con facilidad el próximo 7 de noviembre.
Pero, a los estadounidenses les importa más la situación de la economía del país que le puedan afectar sus bolsillos, que los problemas de inmigración ilegal.
Si bien es cierto que los inmigrantes indocumentados, por su condición, no pueden ejercer ese derecho ciudadano, una buena parte de la totalidad de los que han ingresados ilegalmente a los EE.UU. tiene un familiar que por agradecimiento votará por el candidato demócrata.
La administración Biden sabe muy bien que esa “solidaridad humana” no cuenta mucho para las mayorías de los ciudadanos que tienen como preocupación principal la economía de la nación, y cómo esta afecta sus bolsillos.