Llegar a viejo es tener la dicha de haber vivido, es haberse graduado en la universidad de la vida, donde se consigue la experiencia y la sabiduría.
Sentimos que envejecemos cuando comenzamos a ver canas en nuestro pelo, diminutas arrugas alrededor de los ojos, o pequeñas manchas solares en la piel.
Hablamos del futuro cercano y lejano, delineamos planes para ejecutarlo y disfrutarlo. Pero ignorando que la espera de esa distancia lejana envejece.
Los primeros signos de la vejez se ocultan de miles formas entre los 35 y 40 años, y el tiempo se encarga de hacerla reaparecer con mayor crudeza entre los 55 y 60 años.
Persiste la idea jovial entre hombres y mujeres que no gusta les llamen abuelo estando en la edad madura, aun teniendo nietos, solo porque el término los envejece y rechazan la llegada de esa innegable realidad.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), se considera una persona de edad avanzada cuando tiene entre 60 y 74 años de vida.
Asimismo, que aquellos por encima de los 74 hasta los 90 años son ya consideradas viejas, y sobre los 90 una vejez avanzada.
Las Naciones Unidas considera por su parte que la vejez comienza a partir de los 60, y para la Administración de la Seguridad Social de los Estados Unidos (Social Security), cualquier persona de 65 años o más es una persona mayor, así de simple.
En verdad, no existe una definición concluyente para el término de anciano en un ser humano. Diversas encuestas realizadas por investigadores norteamericanos revelaron que la vejez comienza a partir de los 70.
Muchos de los encuestados consideraron que la juventud termina a los 31, para otros a los 40, y que la plenitud de la juventud es hasta los 47.
Un estudio realizado por el Departamento de Neurología de la Universidad de Stanford, California, reveló que el cuerpo humano empieza a envejecer a partir de los 30 años, debido a que la capacidad de reparación del ADN disminuye gradualmente.
En verdad, nadie es realmente viejo hasta que cada quien se siente en esa condición. A veces por culpa de factores negativos que impiden la producción económica, limitaciones físicas, adicciones a drogas o alcohol, pobreza, soledad, enfermedades congénitas o adquiridas involuntariamente.
Se estima que en la década 2020-2030 habrá un aumento en las personas mayores de 60 años a nivel global, un incremento de 34%, lo que es ya una preocupación para muchas autoridades gubernamentales, por la especial atención que requiere su alimentación y cuidado, siendo en su mayoría personas no productivas.
Al llegar a la tercera edad, son pocos los que lo logran con un estado físico y capacidad psíquica aceptable, ante tantas adversidades sufridas en el transcurso de la vida.
La mayoría de los hombres y mujeres ancianos rechazan la vejez por temor a ser dependientes de quienes les rodean, sienten pánico al aislamiento, ser rechazados por sus constantes quejas de los quebrantos propios de la avanzada edad como dolores de espalda, cuello, artritis, discapacidades y depresión.
Como requieren de especial cuidado y atención permanente, la paciencia de quienes están obligados a cuidarlos se agota, y optan por enviarlos a centros de atención de ancianos, porque no los soportan o no los quieren atender, acelerando con ello la muerte por tristeza y soledad.
Otros abuelos y abuelas con mejor destino viven una vida cargada de amores familiares, protegidos y bien alimentados, en recompensa por su responsabilidad mostrada como padres y preocupaciones por el bienestar, educación y alimentación que mantuvieron en la crianza de sus hijos.
Son el centro de atención familiar, sus experiencias y sabidurías vividas los convierten en los consejeros, en el libro de consulta hogareño y mejores aliados de los jóvenes y niños de la casa, esos que tienen toda una vida por delante, sus adorados nietos.
El pasado viernes 15 cumplí un año más de vida consolidando mi membrecía en el prestigioso club de los adultos mayores, orgulloso de ser abuelo y consciente de que en pocos años subiré al tren donde solo viajan los viejitos.