La respuesta fue tan breve como reveladora. Cuando el rey Carlos III de Inglaterra le preguntó por la multitud de cámaras que registraban su histórica visita al Vaticano, el papa León XIV respondió con pragmatismo y una sonrisa: “Hoy todo el mundo tiene una cámara”.
Lejos de ser una simple broma, el comentario confirmó lo que muchos observadores del Vaticano ven desde hace semanas: el primer papa estadounidense se siente cómodo en su papel y comienza a imprimir su propio sello seis meses después de su elección.
Elegido en mayo tras la muerte de Francisco, León XIV ha pasado de una rápida adaptación a una etapa de consolidación. Sus primeras decisiones dejan entrever continuidad en temas de justicia social y medioambiente, junto con un tono más tradicional en la liturgia y el gobierno interno de la Iglesia.
En su primer documento doctrinal, publicado el mes pasado, León XIV reafirmó la “opción preferencial por los pobres” como principio innegociable de la Iglesia. El texto fue iniciado por Francisco antes de su fallecimiento y completado por su sucesor, quien lo hizo suyo con un estilo sobrio y directo.
El pontífice denunció que “los ricos viven en una burbuja de comodidad y lujo mientras los pobres sufren en los márgenes”, y llamó a atacar las causas estructurales de la desigualdad. También respaldó el legado ecológico de su predecesor, al introducir una nueva oración “por el cuidado de la creación” y al autorizar la conversión de una propiedad del Vaticano en una granja solar, que podría hacer de la Santa Sede el primer Estado neutral en emisiones de carbono.
Su sintonía con Francisco se reflejó especialmente el 23 de octubre, cuando León se reunió en el Vaticano con pueblos indígenas y movimientos populares, retomando el lema del papa argentino sobre los derechos de “tierra, techo y trabajo”.
“Repitiendo las palabras de Francisco, digo hoy: la tierra, la vivienda y el trabajo son derechos sagrados. Vale la pena luchar por ellos. ¡Estoy aquí, estoy con ustedes!”, expresó el pontífice.
Para el cardenal Michael Czerny, asesor cercano de ambos papas, la transición “no representa una ruptura, sino una continuidad de procesos”. “Las diferencias son de estilo, no de doctrina”, aclaró.
Aplauso de los conservadores y regreso de la misa en latín
Si en lo doctrinal predomina la continuidad, el estilo de León XIV ha conquistado a los sectores más conservadores. Su apego a la liturgia tradicional —capa roja mozzetta, estola bordada y riguroso cumplimiento del protocolo— marca un contraste con el tono informal de Francisco.
“Se percibe una alegría por la madurez y la tradición que ha devuelto al papado”, celebró Patrick Reilly, presidente de la Sociedad Cardenal Newman, referente del catolicismo tradicional en EE. UU.
El gesto más simbólico llegó con el regreso de la misa en latín al altar posterior de la Basílica de San Pedro, celebrada por el cardenal Raymond Burke, figura emblemática del ala conservadora.
Francisco había restringido estas celebraciones en 2021 por considerarlas fuente de división interna. León, en cambio, ha optado por el diálogo y la distensión, alentando la reconciliación litúrgica.
“Amamos a nuestro papa y rezamos por él”, dijo Christina Tignot, una feligresa tradicionalista que asistió a la misa junto a su familia.
Aunque mantiene la línea social de su antecesor, León XIV también ha introducido correcciones estructurales. Revocó una norma financiera de 2022 que concentraba el control económico en el banco del Vaticano, permitiendo al comité de inversiones operar con entidades externas cuando sea más conveniente.
Además, rompió un tabú al reunirse con activistas y sobrevivientes de abusos sexuales del clero, prometiendo abrir un diálogo sostenido hacia una política de tolerancia cero global. A diferencia de Francisco, que prefería encuentros privados, León busca involucrar a los grupos de defensa.
Un estilo más abierto, con humor y autonomía personal
Lejos de encerrarse en el Palacio Apostólico, el papa estadounidense ha adoptado una rutina más dinámica. Pasa las tardes de los lunes y martes en Castel Gandolfo, donde descansa y juega tenis con su secretario, y suele conversar brevemente con periodistas al regresar al Vaticano.
En esas charlas improvisadas ha opinado sobre temas como el conflicto en Gaza o las redadas migratorias en Chicago, su ciudad natal. Aunque al inicio mostró timidez —que inspiró un sketch del humorista italiano Maurizio Crozza, quien lo retrató como “un León asustado de su sombra”—, el pontífice parece haber encontrado su voz.
En una de esas conversaciones semanales, sorprendió al hablar del aborto en Estados Unidos, invitando a los grupos provida a “reflexionar sobre lo que realmente significa defender la vida”, lo que generó debate entre los sectores conservadores.
Su espontaneidad también se evidenció durante una audiencia con la reina Rania de Jordania, cuando, al preguntarle si era seguro viajar a Líbano, el papa respondió con serenidad y una sonrisa:
“Bueno, vamos a ir”.
Esa determinación resume el momento que vive León XIV: un pontífice que hereda el espíritu social de Francisco, reconcilia a los tradicionalistas y afianza su propia identidad pastoral, más cercano al mundo moderno y menos temeroso de mostrarse humano.




