Por Yanet Girón
Salir de casa se ha vuelto un acto de fe. En las calles de nuestra ciudad, ya no basta con mirar a ambos lados antes de cruzar: hay que esquivar los peligros rodantes que transitan impunemente por las vías públicas. Me refiero a los camiones sobrecargados, esos mastodontes que se pasean como si fueran dueños del asfalto, sin importar el riesgo que representan para peatones, conductores y trabajadores.
En estos últimos días, las escenas han sido tan lamentables como repetitivas: camiones volcados, productos regados por doquier, caos vial y, lo más grave, vidas en peligro. Uno de los casos más recientes ocurrió en El Factor, provincia María Trinidad Sánchez, donde un camión repleto de sacos de arroz se volcó debido a exceso de carga. Otro incidente tuvo lugar en el kilómetro 9 de la autopista Duarte, donde un camión cargado de madera colapsó y provocó un caos vehicular que se extendió por horas, afectando incluso avenidas principales como la John F. Kennedy, Luperón, Nuñez de Cáceres, Winston Churchill, entre otras.
Las empresas que priorizan ahorrarse un viaje, a costa del peso y la seguridad, están actuando con una irresponsabilidad criminal. Pero más grave aún es el silencio de las autoridades competentes. ¿Dónde están los controles? ¿Quién fiscaliza esa carga excesiva? ¿Por qué no se detiene al camión antes de que cause una tragedia?
Es momento de decirlo sin rodeos: los entes reguladores están fallando. No basta con operativos esporádicos ni con promesas de orden. Se necesita acción concreta, normas aplicadas con severidad y sanciones ejemplares para las compañías que violan la ley.
Defiendo el derecho de cada ciudadano a volver sano y salvo a su hogar. Nadie debería morir aplastado por la imprudencia de un chofer ni por la ambición desmedida de una empresa. Es hora de actuar con firmeza y proteger a quienes simplemente transitan, trabajan o caminan en esta ciudad.
Basta ya de tragedias anunciadas…La seguridad es innegociable.