El número de víctimas mortales producto de la intensa campaña aérea israelí, sigue en aumento en el sur y el este del Líbano, donde Hezbollah, respaldado por Irán, tiene una fuerte presencia y supone la escalada más letal desde el conflicto de 2006
La guerra entre Israel y Líbano de ese año, que incluyó una campaña aérea, naval y terrestre de las fuerzas israelíes, devastó amplias zonas del país. En aquel momento, más de 1.100 libaneses murieron en ataques israelíes, entre ellos unos 250 militantes de Hezbollah, mientras que 121 soldados y 43 civiles murieron en el lado israelí por ataques con cohetes de Hezbollah.
Durante los años transcurridos entre la guerra de 2006 y el inicio del conflicto fronterizo entre Hezbollah e Israel el pasado 8 de octubre, Líbano e Israel mantuvieron en gran medida una tregua.
El conflicto actual, que ha abarcado en su mayor parte unos 4 kilómetros a ambos lados de la frontera, se ha intensificado significativamente después de que el gabinete de guerra de Israel diera prioridad formal a la repatriación de los residentes desplazados de su territorio más septentrional el pasado martes. Desde entonces, la intensificación de los ataques contra objetivos de Hezbolá, muchos de ellos en zonas civiles densamente pobladas, ha provocado un dramático aumento del número de muertos, con militantes y civiles entre las víctimas.
Al menos 182 personas murieron el lunes en ataques israelíes y 727 resultaron heridas. Entre los muertos y heridos hay mujeres, niños y médicos, según informó el lunes el Ministerio de Salud libanés.
No está claro cuántas de las víctimas eran civiles o militantes de Hezbollah. Pero muchos de los lugares descritos por Israel como objetivos de Hezbollah son barrios residenciales y pueblos.
Mientras los ataques aéreos israelíes siguen golpeando el sur y el este de Líbano, lanzando espesas columnas de humo al aire y provocando desplazamientos masivos de civiles, se perciben ecos inconfundibles de la guerra de 2006. Cada vez más personas describen el conflicto como una guerra en todo menos en el nombre. Y crece el temor de que el país se encuentre en el umbral de una violencia más catastrófica que la de aquel año.