Un año después de su reelección como presidente francés, Emmanuel Macron ha visto disiparse el crédito con el que ganó los comicios casi sin hacer campaña y afronta los cuatro años que le restan con sus tasas más bajas de popularidad y sin una mayoría en las cámaras legislativas.
La reforma de las pensiones, aprobada hace un mes al límite de los trámites parlamentarios y en medio de una fuerte contestación popular, encarna el complejo panorama que afronta Macron para seguir llevando adelante la iniciativa política.
“Hay una fractura con la sociedad y a eso se suma la ausencia de una mayoría política que le permita avanzar”, explicó el director del observatorio de opinión de la Fundación Jean Jaurès, Antoine Bristielle.
Esa opinión está muy extendida y se refleja en los editoriales de los principales diarios, muy críticos con el presidente.
“Más aislado que nunca”, estima el izquierdista Libération, mientras que el conservador Le Figaro considera que “Macron exaspera” y el más favorable Le Monde cree que “la duda se ha instalado”, incluso, dentro de su partido.
Un vistazo a los sondeos no alimenta el optimismo del presidente, que ha visto cómo su cuota de popularidad se despeña hasta el 26 %, similar a la que tenía en el peor momento de la crisis de los “chalecos amarillos”, que le obligó en 2019 a dar un volantazo a su política.
Después llegaron la pandemia y la guerra de Ucrania, y Macron gestionó la tempestad de manera que el 24 de abril de 2022 se convirtió en el primer presidente francés en medio siglo en revalidar el poder teniendo bajo su mando la jefatura del Estado y el Gobierno.
Fue la última buena noticia que ha tenido desde entonces, puesto que unos meses más tarde perdía la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y comenzaba un vía crucis legislativo que ha comprometido su imagen de presidente en constante actividad.
“Macron necesita demostrar que está siempre en marcha y por eso ha querido pasarse sin los partidos y sin los sindicatos. Pero no puede hacer lo mismo con el Parlamento”, estima Bristielle, que cree que la situación actual no hace más que incrementar su imagen de autoritario.
"Rechazo visceral ”
Según una encuesta publicada por el semanario Le Journal du Dimanche, uno de cada dos franceses está “muy descontento” con su política, lo que revela “un rechazo visceral” en buena parte de la población, según el director del instituto de sondeos Ifop, Frédéric Dabi.
En el último año, Macron ha visto cómo se han radicalizado las opiniones negativas en su contra, muy por encima de las que sufría a finales de 2018, cuando emergieron los “chalecos amarillos”.
El retraso de la edad mínima de jubilación ha disipado la mayor parte de su capital de simpatía y buena parte de su esfuerzo legislativo, según reflejan los sondeos. El programa con el que hace un año se impuso parece reducido a esa única medida.
Los resultados también son relativos. En un año no ha logrado reducir el paro, aunque es cierto que en los cinco anteriores se crearon 1,7 millones de empleos y que la tasa de desempleo se situó en niveles históricamente bajos, algo por encima del 7 %.
Con el diálogo roto con los sindicatos, algunas de sus promesas tienen una ardua andadura para salir adelante, mientras otras, como el refuerzo de la justicia, la policía o los hospitales, aguardan en un cajón el empujón definitivo.
El presidente quiere ahora relanzar reformas más populares, ha prometido una subida salarial a los docentes, pretende mejorar el sistema sanitario y mantener la inversión en sectores de futuro, como las baterías eléctricas.
Pero su discurso tiene ahora más dificultades para convencer a una opinión pública que ha perdido la fe que en 2017 tuvo en un casi desconocido para convertirlo en el presidente más joven de la historia.
Macron, que en diciembre cumplió 45 años, tiene ahora cuatro inciertos años por delante para relanzar la maquinaria, con el horizonte de un fin de carrera, ya que no puede optar a un tercer mandato.
Una situación que “hace más complejo mantener la solidez de su propia familia política”, según Bristielle, y que atiza las ambiciones en el seno de su Gobierno, desde el titular de Interior, Gérald Darmanin, al de Economía, Bruno Le Maire.
Cada vez queda más claro que Macron no controla a sus tropas, otra trinchera más en la difícil reconstrucción de su imagen.