Es el Día de la No Violencia hacia las Mujeres, en honor a la preciosa sangre de las “Mariposas” que quedó tendida sobre un campo del Cibao, ese 25 de noviembre de 1960. Pero no fue en vano: su sacrificio, hace 65 años, representó otro paso hacia el fin de la tiranía trujillista. El régimen del tirano Rafael L. Trujillo estaba desquiciado, borracho de locura y megalomanía. Se acercaba irremediablemente a su trágico final.
Estaba condenado. Pero, en sus últimos estertores, la dictadura desató una cacería contra sus enemigos. Después de la epopeya patriótica de 1959, cuando la “Raza inmortal” entró en acción contra el trujillato, la tiranía veía enemigos en cada esquina y apuntó con tirria a las tres hermanas (Patria, Minerva, María Teresa).
Para el trujillato, las tres constituían un serio problema que se sumaba al que ya tenía el régimen con la Iglesia católica, por la redada masiva de catorcistas en enero de 1960. La situación era crítica y explosiva. Así, las inquietas hermanas fueron aniquiladas brutalmente el 25 de noviembre de ese año. Víctor Alicinio Peña Rivera, el despiadado jefe del SIM en el Cibao, tuvo a su cargo la siniestra encomienda de derramar la sangre de las hermanas. Y la ejecutó sin piedad, junto a sus cachorros hambrientos de sangre.
Lo sucedido está en los anales de los grandes asesinatos de Estado. Las hermanas iban a visitar a Manolo Tavárez Justo y Leandro Guzmán, sendos esposos de Minerva y María Teresa, quienes sospechosamente habían sido trasladados a la cárcel de Puerto Plata. La intención era esa: forzar una visita de las atribuladas y “problemáticas” hermanas.
En efecto, las tres se hicieron acompañar de Rufino de la Cruz Disla, el chofer que las llevó a la cárcel. De regreso, fueron detenidos por los matones trujillistas que perpetraron el cuádruple crimen. Vapulearon y masacraron a las Mirabal, y luego las lanzaron por un precipicio a fin de simular un trágico e inesperado accidente. Nadie se creyó la patraña pero, como solo existía la negra malla del silencio, todos tenían la boca cerrada. Nadie podía hablar: la palabra era una sentencia de muerte; conducía al cadalso y al paredón. Los autores materiales y criminales han quedado para la historia: Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Néstor Pérez Terrero y Ramón Emilio Rojas Lora. Fueron condenados a prisión, pero los sacaron de la Fortaleza Ozama en plena guerra patria de 1965: un nuevo triunfo de la impunidad histórica.
Desde el punto de vista político, la más inquieta era Minerva. Se formó en los clásicos de la literatura y leyó los pocos libros de política que llegaban. Además, su flirteo con Pericles Franco le inyectó sangre revolucionaria, calentó su conciencia febril y encendió su fantasía política. Doña Dedé, la otra hermana, era más entregada al baile y los negocios familiares: no se metió en afanes políticos.
Entre las hermanas se dio una especie de contagio familiar, de sangre cómplice, que las condujo a un fin memorable y heroico. Unos años después, Manolo correría la misma suerte gloriosa al derramar su sangre en las escarpadas montañas de Quisqueya. El heroísmo da heroísmo: ley de la Historia.
Décadas después, la ONU estableció el 25 de noviembre como el Día de la No Violencia hacia las Mujeres. Es el día que conmemoramos hoy, en homenaje a la preciosa sangre de las “Mariposas”. ¡Gloria eterna para ellas!




