Este Viernes Santo, la comunidad cristiana conmemora la crucifixión y muerte de Jesucristo, un sacrificio recordado como la máxima expresión de amor para la salvación de la humanidad y la promesa de vida eterna.
En este día de profunda reflexión, las iglesias católicas de todo el mundo llevan a cabo liturgias solemnes, marcadas por la lectura de la Pasión de Cristo, usualmente tomada del Evangelio de San Juan, capítulo 18. Una característica distintiva del Viernes Santo es la ausencia de la celebración de la Santa Misa, en señal de luto y recogimiento ante el sacrificio de Jesús.
Simbolismo en los templos:
Los templos se visten de recogimiento, con las imágenes de santos cubiertas con telas moradas, al igual que el crucifijo. El sagrario permanece abierto, simbolizando la ausencia física de Jesús. El color morado en la liturgia representa el luto, y la imagen de la Virgen María suele vestirse de negro, en señal de dolor por la muerte de su Hijo.
Vivencia del Viernes Santo:
La Iglesia Católica llama a los fieles a observar el ayuno y la abstinencia en este día. Una práctica común es el rezo del Vía Crucis, una devoción que consiste en meditar sobre las catorce estaciones que narran el camino de Jesús hacia el Calvario, desde su condena a muerte hasta su sepultura.
Los creyentes participan en la Liturgia de Adoración a la Cruz con amor, respeto y devoción, buscando acompañar espiritualmente a Jesús en su sufrimiento. Tradicionalmente, a las tres de la tarde, hora en que se recuerda la crucifixión, se reza el Credo.
El Vía Crucis: Un camino de fe:
Esta tradición, que se remonta al siglo V en Jerusalén, permite a los fieles revivir la Pasión de Cristo. El Vía Crucis se realiza a menudo como una procesión, simbolizando el camino de Jesús hacia el Monte Calvario, con paradas en cada estación para la lectura y la reflexión.